Por: Carla Antonioli, consultora senior en EY México
En la película Terminator de 1984, la inteligencia artificial llamada Skynet había tomado el control del planeta y acabado con casi toda la humanidad. Hoy, casi 40 años después, muchas personas se siguen preguntando si esto realmente sucederá y se asustan con la idea de un dominio de máquinas malvadas y la autodestrucción.
Sin embargo, no hay nada que temer. La Inteligencia Artificial (IA) no va a exterminarnos y no es necesario clonar a John Connor para protegernos. Por el contrario, actualmente, la IA es un eje fundamental de la transformación digital y su uso es cada vez más cotidiano. Esto debido a la gran cantidad de datos que generamos día a día y las nuevas formas en las que se pueden procesar, analizar e implementar.
Así, la IA permite a las máquinas simular procesos de inteligencia humana de forma casi automática como son el aprendizaje, el razonamiento y la autocorrección de una gran cantidad de información en cuestión de microsegundos.
Procesos como el uso de asistentes de voz (cuántas veces no le hemos dicho a Alexa que ponga la alarma a las 6 a.m.), listas personalizadas en Spotify o en Amazon, el uso de Waze para llegar a un lugar o la publicidad digital muy personalizada (no, nos leen la mente; se trata de la magia de la data analizada a través de inteligencia artificial) son grandes ejemplos de cómo este tipo de tecnología cada vez nos es más familiar y forma parte indispensable de nuestros días.
Negocio lucrativo
Pero más allá de los usos cotidianos y los grandes avances en diversas industrias (como son salud y diseño, por citar un par de ejemplos), la IA es un enorme negocio, que se estima en unos 190,000 millones de dólares para el 2025, incluyendo hardware, software y servicios alrededor de la tecnología. Nada es más sexy que la data.
Este pastel se lo disputan principalmente gigantes tecnológicos como son Amazon, Google, Facebook y Microsoft, los cuales no se han visto libres de la polémica al utilizar datos de formas controversiales para fines comerciales. Basta recordar el escándalo de Cambridge Analytica de la empresa que ahora se llama Meta, hace ya algunos años.
La estrella tecnológica
Dentro de estos avances en la IA, tenemos a la última gran tech star llamada ChatGPT. Se trata de un sistema de chat con inteligencia artificial que está entrenada para mantener conversaciones, de manera que solo se tienen que hacer preguntas de forma convencional y las entenderá.
Este sistema cuenta con más de 175 millones de parámetros y está entrenado con grandes cantidades de texto para realizar tareas relacionadas con el lenguaje, desde la traducción hasta la generación de texto. Está basado en el modelo de lenguaje por Inteligencia Artificial GPT-3 y fue desarrollado por la empresa OpenAI.
ChatGPT es actualmente comercializado por Microsoft y busca que los usuarios lo incorporen en sus aplicaciones a través de Azure. Google decidió no quedarse atrás y menos de una semana después anunció Bard para competir directamente con la aplicación.
No obstante, así como existen beneficios en el uso de IA, también existen nuevas cuestiones éticas y morales, generando grandes dilemas que aún no tienen respuestas. Me refiero a lo siguiente:
- Si un sistema de IA en una aplicación de créditos discrimina a ciertos usuarios, ¿quién es responsable de esta decisión y cómo se debe abordar?
- ¿Quién les garantiza a los usuarios que sus datos no serán compartidos de forma no autorizada para fines de dudosa procedencia?
- ¿Qué pasa si el algoritmo se encuentra sesgado e influye de forma negativa en la percepción de un grupo de militantes políticos?
La IA ha demostrado ser una herramienta valiosísima para la toma de decisiones y simplificar tareas, pero tiene ciertas limitaciones como la falta de conciencia, comprensión del contexto o emociones, lo que la vuelve un medio y no un fin. Para que sea beneficiosa es necesario que las personas que la implementen o desarrollen tengan una perspectiva ética correcta, ya que, si no es el caso, el resultado puede ser muy perjudicial.
Aunque de manera reactiva antes que proactiva, actualmente existe cierta regulación de uso de datos personales y nuevas tecnologías. Sin embargo, aún hay mucho camino que recorrer en este asunto. Entre los pros y contras, la pregunta es la siguiente: ¿estaremos preparados para vivir de forma correcta la IA en este mundo que ya dejó de ser de ficción?